lunes, 3 de noviembre de 2008

En silencio


Hola. ¿Sabes quién soy? ¿Te conozco? ¿Me conoces? No sé porqué te pregunto estas cosas. En realidad para tí no necesito realizar ningún tipo de presentación. ¿No me contestas? Da igual, también conozco tu silencio. Recuerdo el día en el que vi por primera vez la luz a través de tus ojos. Mientras todavía vivía en silencio, tú ya me gritabas. Nunca he temido tus gritos. Tú, sin embargo, siempre has odiado que te grite callando. De modo que desde que nací conozco lo que es tu horror por mi silencio y mi existencia gracias al horror de tu
s gritos. ¿Callas? No importa...te conozco tanto... Aún no sabiendo cómo llegar hasta tí sabía que pasara lo que pasara te encontraria. ¿Cómo dices?... Si, es cierto. Te encontré porqué me llamabas. Pero... ¿y cuándo no lo hacías? ¿Cuando no me llamabas? Entonces fué cuando empecé a balbucear mis primeras calladas palabras. Tardé semanas en conseguir pronunciar tu nombre... cuando no me llamabas. Tu nombre iba surgiendo de mí adoptando diferentes formas -figuras de letras sonoras con un único sonido: el de ser letras mudas..-. cuando no me llamabas. ¿Callas?, me decía ¿Cómo es posible? A medida que pasaba el tiempo el sonido de tu nombre en mi boca sellada iba provocando una llaga de afonía en mi garganta. A medida que pasaba el tiempo, el sonido de tu nombre en mi boca callada iba provocando en mí una única respuesta tuya a mi llamada. Desde ese momento conozco tu silencio.






















Desde que nací, crees tener la seguridad de que siempre voy contigo porque tu mano llevo en la mía. Un día, tu mano se separa y desde entonces ya no me gritas. Crees que me has perdido. Me buscas en silencio. ¡Me odias! ¿Te das cuenta? Me odias porque no te llamo cuando más lo necesitas. Crees que te he abandonado. Me buscas. En silencio. No me gritas porque no sabes que en tí estoy todavía. Desesperadamente chillo tu nombre callando. Algo responde: -Sí, soy el silencio, ¿qué quieres? Pero todavía no sé hablar muy bien. Chillo tu nombre callando. Tu silencio me escucha. Tú no me oyes. Crees que te he abandonado. El eco de tu nombre en mi boca callada baila, canta y se retoza en el silencio de tu búsqueda y... callas porque todavía no entiendes. Para tí el silencio sólo puede ser silencio. No puedes imaginar que en él esté mi grito y que en él esté tu canción de esperanza. Si... es cierto. Te encontré porque me llamabas. Pero...¿y cuando no lo hacías?... Cuando no me llamabas.

Hola. ¿Me conoces? Vivo en tí, no contigo. Vivo en tus manos, no con tus lmanos. Vivo en tus ojos, no con tus ojos. Encontrar la manera de que me encontraras, encontrar la manera de que te encontraras...era lo mismo. Poco a poco tu silencio fue convirtiéndose en algo ensordecedor, al mismo tiempo que fue convirtiéndose en mi único guía. Lo que me enseñó tu silencio fue lo que me ayudó a encontrarte: el lenguaje de los sentimientos. Sentimientos. ¡Qué gran palabra aprendí y cuánto tiempo tuvo que estar en cautiverio callada!

Luego, otro día, tu silencio me llama y me dice: ¡Oye! ¿Te suena el nombre de Agonía? ¿No? Pues quiere hablar contigo. ¡Una situación comprometida! ¿Desde cuando te conozco? ¿Cuando tu silencio empieza a ser mi compañía? No sé. No puedo recordarlo. Ese día, callas todavía. Crees que te he abandonado. Estoy en tí hablando con tu silencio cuando ...¡de pronto!, recibes una visita. Es Agonía. Todavía no puedo verla. Sé que es ella. El silencio tiembla. Por primera vez desde que callaste me gritas. Corro a buscarte y no encuentro tu grito. También, por primera vez, chillo: ¡Silencio, vete! ¡Vete, por favor que no escucho ni sus latidos!

Al cabo de mucho rato siento que todo en tí está cansado, que todo en tí se convierte: tus sentimientos son un laberinto. Agonía viene pisándome los talones. Me sigues llamando. El eco de tu voz me transforma. Me hablas. Todo en tí sabe a ella. ¡Si tú supieras hace cuánto tiempo sé de su existencia! Me hablas de ella. Tu silencio se ha ido. Todavía no la he visto y ya sé cómo mira, todavía no sé cómo es y ya siento cómo respira. Sé que tienes frío porque tiemblas. Falta poco. Todo está húmedo. Todavía no la he visto y ya moja la fuerza de su mirada. Agonía está frente a mí. Lloras... y escucho tus sollozos.


No hay comentarios: